free counters

21 dic 2011

"Post rock is the most epic thing that i found in my life" / "El post rock es la cosa más épica que he encontrado en mi vida"

Premasx2
Inspired By: Post-Rock
YouTube comment


"Post-rock has seriously got the best community!"/ "El Post-rock realmente tiene la mejor comunidad"

AfflictionEMS
Inspired By: Post-Rock
YouTube comment



"I love how the post rock community recommends music to each other, I have found such great bands this way!" / "¡Amo cómo la comunidad post rock se recomienda música entre sí, he encontrado bandas geniales de esta forma!"

Hamxa989
Inspired By: Post-Rock
YouTube comment


8 dic 2011




(In an above to below order) "You're My Polaris", "The Love For Katsuhiko Maeda", "We Are The Massacre","We Are The Massacre (Colored)"
張笑陽
Inspired By: (The Artist) Katsuhiko Maeda (A.K.A World's End Girlfriend, World's End Boyfriend, Wonderland Falling Yesterday) and his songs: "Daydream Love Letter", "We Are The Massacre"

Chengdu Shi, Sichuan, China

5 dic 2011

Godspeed You! Black Emperor!
(Unknown Artist)
Inspired By : (The Band) Godspeed You! Black Emperor
(Unknown Location)
"Iluminate My Heart, My Darling"
Alejandro Moreno
Inspired By: (The Album) "Enjoy Eternal Bliss" by Yndi Halda
Mazatlán, Sinaloa, México.
"No Return"
Omar Ruvalcaba
Inspired By "No Return" By "God Is An Astronaut"
Guayabitos, Nayarit, México
"The Hand Of God"
Kevin Curtis Barr
Inspired By: (The Band) Godspeed You! Black Emperor
Cincinnati, Ohio, United States

27 nov 2011

(Sin título)

Un desconocido me visita hoy, aletea impaciente sobre mi cabeza, canturrea con voz chillona canciones de cuna, vuela describiendo círculos perfectos mientras espera a que la tuberculosis, el cáncer o cualquier otro de mis males acabe conmigo. No recibo visitas a menudo, solo las del doctor que viene a diagnosticarme nuevas enfermedades, a recetarme nuevas píldoras o a inyectarme drogas que retrasan el glorioso momento inevitable. No tengo familia, jamás me casé y mucho menos tuve hijos, mis familiares y amigos dejaron de existir hace mucho, tanto que ya no quiero recordar. Pero este visitante es diferente, no tiene rostro, ni siquiera puedo verlo pero puedo sentir su inquieto vuelo y escuchar su emocionada voz de pájaro. No lo conozco pero su presencia me es familiar como la de un viejo amigo al que nunca conocí. Aunque nunca nos hayamos encontrado sé de quién se trata, lo he estado esperando toda la vida, si es que a mi estar en el mundo pueda dársele tal calificativo desde aquel lejano día de agosto.
Vivía una vida tranquila, acababa de graduarme como periodista y rápidamente logré conseguir un empleo como redactor en la sección de cultura del diario de Fukuyama, un empleo que me gustaba y me dejaba tiempo suficiente para trabajar en mis escritos literarios; incluso el salario era bueno, todo lo que puede pedir un estudiante recién graduado. La vida me sonreía, me sentía feliz y nada podía arruinarlo, ni siquiera el miedo y la angustia que intoxicaban a mi país, ni el aire impregnado de guerra que respirábamos los japoneses o los tambores de muerte que retumbaban nuestros oídos cada día. Fui ingenuo, todos lo fuimos, ese fue nuestro único pecado y lo pagamos aquel día de verano.
Aquella mañana me disponía a redactar un artículo sobre el concierto de una joven pianista local que había cautivado al público con sus hermosas interpretaciones de los nocturnos de Chopin y algunas obras de Liszt; fue una noche mágica en la que los que nos encontrábamos en el recinto nos olvidamos por completo de los rumores de aviones estadounidenses que sobrevolaban nuestras ciudades cada vez con mayor frecuencia, una ilusión que tan solo duró un amanecer. Apenas había escrito el título de mi artículo cuando los gritos de terror entraron por mis oídos y helaron cada litro de sangre en mi cuerpo, por un instante cuerpo y espíritu se volvieron una unidad petrificada y patética, un maniquí triste e inmóvil con ojos abiertos pero que no veían. Mi cerebro fue incapaz de imaginar el horror y decidió desconectarse pero tan solo un instante después no hizo falta imaginar nada: un halo de luz entró violentamente por la ventana del pequeño despacho, una luz tan blanca que incluso los dioses se arrodillarían ante ella, acompañada de un sonido que no tiene definición, un sonido por el que quisiera haber nacido sordo. Logré saltar por la ventana unos segundos antes de que el edificio se desplomara ante mis ojos como si derrumbarse fuese algo cotidiano, una parte esencial de ser un edificio. Lágrimas brotaban de mis ojos, no podía distinguir el dolor de la caída desde el segundo piso del de las quemadas que azotaban mi cuerpo ahora desnudo, pues mis ropas se habían desintegrado.
Antes de que un enorme pedazo de concreto cayera sobre mi cabeza y yo quedase inconsciente pude ver entre el humo la imagen más abrumadora que unos ojos pueden ver, una postal que ha servido de escenario a mis pesadillas todos estos años: la nada absoluta dónde unos minutos antes había estado de pie mi ciudad siendo bañada por los rayos del sol estival, indiferente ante el mundo; los niños que jugaban en el patio del colegio ahora se hallaban entre escombros, sin vida, mientras que algunos pocos comerciantes y amas de casa que sobrevivieron corrían sin saber qué hacer, sin saber a quién buscar, sin entender nada de lo que había sucedido y todo era un solo dolor: caída, quemadas, escombros que caían sobre mis huesos, ojos que veían vidas inocentes destrozadas, todo era lo mismo. No era mi dolor, ni el de mi ciudad o país, era el dolor de toda una especie, el dolor de ser humano.
Desperté en una cama de hospital con la imagen grabada en mis ojos, el olor hospedado en mi nariz y los sonidos como un eco eterno instalado en mis oídos. Lloré, maldije todo, quería estar muerto y allí estaba en la fría cama de hospital con vendajes en todo mi cuerpo y pinchazos de morfina que no podía sentir. Así pasé un año, en aquel hospital de Tokio al que nunca supe cómo llegué. Abandoné el hospital y me dediqué varios años a buscar a mis familiares y amigos, una búsqueda inútil. Desde entonces vivo solo en este viejo apartamento sin ningún contacto con el mundo exterior, no he leído un periódico ni escrito una página desde aquel día, solo salgo para ir al hospital a recibir tratamientos insoportables, al banco a cobrar el subsidio del gobierno y a comprar víveres que se pudren la mayoría de las veces pues soy una persona sin hambre, más que una persona un recipiente vacío; más que todas las enfermedades que he padecido a causa de la radiación, la gran maldición de la supervivencia ha sido vivir sin espíritu ni voluntad, ser una página en blanco, un muerto que respira.
Mi huésped se impacienta, cada vez aletea con más violencia y me mira con ojos más y más terribles, no quiero hacerlo esperar más. No fue fácil volver a Hiroshima para un pobre viejo enfermo, pero algo nació dentro de mí que me dijo que tenía que hacerlo. Caminé hasta la estación de trenes, pedí indicaciones a extraños que se rieron de mí, me perdí y volví a preguntar hasta que finalmente pude volver a ver la ciudad donde nací. No podía creerlo, lloré al caminar por esas calles; escapa de mi comprensión como puede posarse, donde alguna vez la desolación más gris e incierta reinaba, una ciudad hermosa, tan llena de vida, como si la explosión hubiese sido solo una pesadilla. Escuché la risa de los niños que jugaban en un parque cercano al lugar donde se encontraba mi vieja casa y la felicidad se apoderó de mí, reí como nunca en mi vida mientras las lágrimas brotaban de mis ojos como si el agua volviera a salir de un pozo seco y olvidado. “Viejo loco, ríe mientras llora” habrán pensado los que me vieron y tienen razón, la locura es el indicio más claro del hecho de ser humano, porque después de tantos años vivo de nuevo, por eso me apresuré a tomar el tren de regreso a casa, me siento débil y toso cada vez más pero debo llegar a casa porque alguien me espera, alguien a quien llevo años esperando y debo escribir esta carta con caracteres temblorosos e inseguros a causa de los años sin sostener una pluma: he aquí mi biografía, tal vez sea corta, pero documenta el llanto y la risa de los niños, ¿no es eso todo lo que importa? ¿No es eso lo que nos hace humanos? Ahora sí, señor ave, ya no espere más para asestar el picotazo, ya estoy listo para morir porque he vivido por última vez.


(Sin título)
Luis Bolívar
Inspired By: "
Little Boy (1945 - Future)" by MONO
Carácas, Venezuela